El poder de abrazar las limitaciones 🎋
Jugar al máximo nivel es aprender a usar esto a tu favor.
Hey, rockstar! 👋
La última vez que te dije algo por aquí fue más bien fugaz así que siento que ha pasado más tiempo del que realmente ha pasado.
También puede ser porque llevo unas semanas en las que la percepción del tiempo está siendo rara.
«Rara» aquí como eufemismo a libre interpretación tuya. Digamos que la vida, en lo laboral, se me ha ido poniendo intensita y he llegado a un punto bastante curioso, y para mi desconocido hasta ahora, que podría resumirse en que me ha atropellado un camión que ni siquiera vi venir.
El caso es que, a pesar de la intensidad y de todo lo que va pasando, junto a lo que no termina de pasar, combinado con las cosas que no estaba planeado que pasaran y en cambio pasan, ya me apetecía este momento de descompresión, que es otro de los beneficios (este totalmente egoísta) que últimamente veo a este saludo quincenal.
Tengo ideas de cosas que contarte y compartir. Muchas. Quizá demasiadas y ese ansia viva también tenga en parte la culpa de toda esta percepción de intensidad que recorre los días, pero irán llegando.
Poco a poco (y esto es más un mensaje a mi misma, para tirar de mis propias riendas) porque claro, hace unas semanas tuve que entrar en modo triaje y estoy siendo escrupulosamente cuidadosa con las cosas que me pongo en el plato, pero empiezo a ver la luz al final del túnel.
O al menos empiezo a vislumbrar maneras de lograr que esto cada vez pase menos y —esa perspectiva de aprendizaje listo para ser aplicado— combinado con la promesa de campos más verdes, es esperanzadora.
Y de esto precisamente quería hablarte esta semana, de un concepto al que últimamente vuelvo bastante y, cuánto más aparece en mi cabeza, más convencida estoy del "poder" escondido que tiene.
Esta edición de MakinProcess ha sido patrocinada por:
Vivir de escribir es más fácil de lo que piensas
Si llevas un tiempo leyendo esta newsletter sabrás que me gusta bastante hablar de cómo crear negocios online, sobre todo aquellos relacionados con hacer lo que nos gusta.
Pues si te gusta escribir y quieres vivir de ello, la persona de la que quiero hablarte hoy te interesa.
Se llama Isra Bravo y es copywriter. Los copywriters (o al menos los buenos copywriters) son las personas detrás de los textos que no puedes parar de leer. Isra es muy buen copywriter, y está detrás de muchas de las tendencias de venta y escritura persuasiva más rentables que se utilizan a día de hoy.
Su especialidad son las páginas de ventas y el email marketing y tiene una lista de correo diaria en la que cada email es una lección de cómo vender online, y además hacerlo muy bien.
No sólo eso sino que a todas las personas que se suscriben a esa lista les regala un ebook en el que habla de una irlandesa borracha y que, en menos de 5 minutos, ya te enseña un consejo para aumentar las ventas en tu web.
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El poder de abrazar las limitaciones
Hace unos meses leí que, parte de nuestra lucha interna como seres humanos, es aprender a aceptar el hecho de que, al final del día, somos seres con almas y sensibilidades infinitas "encerrados" en cuerpos finitos, en un espacio y un tiempo limitado.
La idea estaba en un contexto más pragmático del que se pudiera pensar con sólo esa frase; sólo cuando somos realmente conscientes de que disponemos de una cantidad de tiempo limitada, empezaremos a verlo como un recurso precioso precisamente por su carácter de escasez, que afecta a todos y cada uno de los seres vivos del planeta, y a usarlo en consecuencia.
La teoría creo que nos la sabemos todas, o al menos todas las que hemos tenido que lidiar en algún momento de nuestra vida con la cruda realidad de que los días solo tienen 24 horas y tu interminable lista de cosas por hacer no cabe en ellas por mucho que lo intentes.
Pero confieso que este hecho, en las últimas semanas, me está pesando más que nunca. Porque ha sido en estas últimas semanas cuando verdaderamente me he visualizado a mi misma, en toda mi infinitud, enfrentada a las limitaciones, intentando que el contenido no desbordara al continente, achicando agua para intentar salir a flote y con la sensación de que, cuánta más agua sacaba, más continuaba entrando por las grietas.
O, quitándole melodrama; aunque me creía acostumbrada a lidiar con la limitación de tiempo y protegerlo lo máximo posible, nunca hasta ahora había sentido la necesidad casi vital de quitarme cosas de encima de la mesa para poder hacer, con ese tiempo limitado, lo mejor.
Y, aunque está siendo una experiencia remarcable —tanto a nivel psicológico y emocional como a nivel de crecimiento personal— que es posible que algún día comparta, hay una idea estos días que no deja de darme vueltas a la cabeza.
¿Hasta qué punto es beneficioso o esclarecedor el llegar a aceptar estas limitaciones, si verlas y ser consciente de ellas tiene como consecuencia una lucha interna por hacer todo lo que está en nuestra mano por "sortearlas"?
Pensando, concretamente, en el tiempo. ¿Cómo hacemos convivir la certeza de la limitación temporal, tan real, tan necesaria para priorizar, para eliminar distracciones, para enfocarnos en "lo que importa", con disfrutar precisamente del tiempo que tenemos?
Tan poderosa es la realización de que nuestro tiempo es finito y que, por lo tanto, tenemos que alocarlo de la mejor manera posible, como peligrosa cuando esto se convierte en el principio que guía nuestras decisiones.
Cuando vemos el tiempo como un recurso escaso, perecedero, adaptamos a la vez una mentalidad de escasez en lo que respecta a él; lo natural es intentar optimizarlo, hacer que dure más.
Esta mentalidad, combinada con la narrativa épica de convertirte en el "dueño" de tu tiempo, de controlar tus días, de buscar siempre la máxima efectividad en todo lo que hacemos, fácilmente nos puede llevar a convertimos en lonchafinistas productivos, en time hackers y autómatas, cronometrando lo que nos lleva hacer cada cosa y buscando maneras de reducir ese tiempo.
Automatizamos la creación de contenido, hacemos batch cooking, nos ponemos alarmas para asegurarnos de que leemos 30 minutos al día.
Porque hay que publicar diariamente, alimentarse bien y no dejar de aprender nunca pero ojo, siempre con inteligencia; no vaya a ser que nos dejemos llevar y nos perdamos en el placer de la lectura, que nos pongamos creativos cocinando o que entremos demasiado en flow escribiendo y estemos más horas de las que podíamos permitirnos.
Lo que tendría que ser un descubrimiento liberador, el de que nuestro tiempo es finito y que, por eso mismo, nos debemos a nosotras mismas hacer de él lo mejor que podamos, se acaba convirtiendo en un conflicto, en una profecía autocumplida por nuestra tendencia a protegerlo.
En vez de verlo desde la abundancia, como algo que podemos maximizar, acabamos cayendo inevitablemente en preservarlo. Y cuando adoptamos esa mentalidad, el mundo a nuestro alrededor también se reduce y, paradójicamente, la misma percepción de tiempo cambia. Cada vez tenemos (o sentimos que tenemos) menos.
Como la pescadilla que se muerde la cola, seguimos reaccionando, pasando aún más tiempo luchando contra esa sensación, más tiempo optimizando, puliendo, arañando, más energía puesta en encajar más cosas en el calendario, más foco en exprimir cada minuto. Todo por sentir que el tiempo no nos va a ganar la carrera, que ahora que sabemos que es limitado sólo es cuestión de usarlo inteligentemente, que nosotros somos los que le controlamos a él.
Por el camino, en vez de sentirnos más libres, en vez de encontrar ese espacio que supuestamente hemos creado a base de paladas, de ver como el agua cada vez nos llega menos al cuello, nos encontramos cada vez más ahogadas, sentimos aún más estrés y frustración. La obsesión con abrir más y más ventanas de tiempo acaba, paradójicamente, reduciendo el espacio con el que ya contábamos. En la persecución constante de la optimización acabamos quitando tiempo a disfrutar lo que ya tenemos, cuando quizá ahí esté la clave de todo.
¿Por qué cuando somos pequeños el tiempo parece que pasa más lento, que se extiende y expande infinitamente?
Sé que sobre esto hay muchas teorías, relacionadas con el metabolismo, con lo más o menos familiarizados que estamos con nuestro entorno o con la cantidad de información nueva percibida que absorbemos.
Pero quizá otro factor igual de relevante sea, sencillamente, que cuando somos pequeños no hemos llegado aún a ese momento en el que nos damos cuenta, por primera vez, de que no vamos a tener El Tiempo siempre. No somos conscientes de su escasez así que no nos preocupa que se nos acabe y no nos sentimos en la obligación de preservarlo. Nos conformamos con vivir en él. Sin pedirle más, sin obsesionarnos con que es finito, simplemente dejándonos fluir en él.
El principio de la armonía
Existe un principio en el hapkido (un arte marcial coreano) que se tiene en cuenta, en combinación con otros dos, a la hora de aplicar las diferentes técnicas; el de la no resistencia.
Según este principio, no hay que oponerse a la fuerza ni a la energía del adversario, sino hacerse con ella para utilizarla en beneficio propio.
Es un concepto al que vuelvo una y otra vez y aplico casi de manera inconsciente a cada vez más cosas.
Reconocer la resistencia y aprender a redirigirla hacia otros objetivos diferentes.
¿Y si aceptáramos, de verdad, las limitaciones, como algo con lo que convivir y no contra lo que luchar?
¿Y si el descubrir que somos almas infinitas en un tiempo y espacio limitados nos llevara precisamente a abrazar estas limitaciones para usarlas a nuestro favor?
El principio de la no resistencia también se conoce como hwa; armonía, implicando que se actúa en equilibrio y proporción respecto al oponente. Siendo flexible en la postura, la actitud mental y los movimientos para adaptarlos al entorno, en este caso a la fuerza que ejerce el adversario contra nosotros.
¿Y si, en lugar de resistirnos a las limitaciones que encontramos, empezamos a abrazarlas; como oportunidades para explorar otros caminos, para crecer en otras direcciones, o simplemente para vivir con ellas en vez de reaccionar ante las mismas, provocando precisamente el efecto contrario?
Timothy Gallwey decía que sólo cuando dejamos de ver el mundo como creemos que debería ser y empezamos a verlo cómo realmente es, empezamos a aprender.
Puede que solamente cuando abracemos verdaderamente esas limitaciones nos pongamos a nosotros mismos en la posición de ser capaces de usarlas a nuestro favor.
Sólo cuando abracemos el hecho de que no siempre estaremos en las condiciones óptimas para hacer algo, podremos aprender a convertir nuestros estados de ánimo en aliados, en vez de verlos como palos en las ruedas de nuestros objetivos.
Sólo cuando aceptemos que no vamos a poder leer o consumir toda la información que encontramos a nuestro alrededor, podremos centrarnos en sacarle el jugo a aquella que nos es verdaderamente valiosa.
Quizá el verdadero poder de darse cuenta de que todo se acaba, de que somos imperfectos, de que no existen las certezas ni los para siempre, resida en abrazarlo y aceptarlo, ser capaz de vivir con ello. Adoptar ese principio de armonía y fluir en esa realidad, en vez de obsesionarnos con reaccionar ante ello.
Quizá la resolución de esa lucha interna como seres humanos esté, precisamente, en abrazar las limitaciones como parte de la vida y usar el principio de la no resistencia para convertirlas en palanca en vez de en obstáculo.
💎 Lo que te puede interesar
No estoy teniendo estos días mucho tiempo tampoco para darme el placer de pasear por internet leyendo con tranquilidad y recogiendo cositas interesantes y, como tampoco quiero tirarte lo primero que me pase por delante, hoy sólo te comparto una cosa, y así la puedes consumir con calma e intención, que lo merece:
🐚 En 1955, Richard Feynman (antes de ganar el premio Nobel), dio un discurso en la Academia Nacional de la Ciencia. De repente, empezó a recitar lo que podría describirse como un poema en prosa sobre el misterio y las maravillas de la vida, inspirado por un momento de reflexión que había tenido a las orillas del mar.
En el video Feynman’s Ode to the Wonder of Life el violinista Yo-Yo Ma convierte en música las palabras de Feynman y la ilustradora Kelli Anderson les da movimiento. 4 minutos de pura maravilla.
🫀Hoy he querido hacer un experimento. En 7 Ideas sobre Crear, Crecer y Disfrutar una Newsletter a tu Manera compartía como suelo decidir sobre lo que voy a escribir yendo a Obsidian y fijándome en los nodos que estén más “gorditos” porque sé que esos son los que tienen más ideas relacionadas y por lo tanto sé que son cosas sobre las que ya he escrito o pensado. Así nunca empiezo a escribir de 0 y suelo guiarme por los temas que más interés me despiertan.
Esta es la vista de grafo (con dos niveles de profundidad) de las notas que han “generado” la edición de hoy:
Y, si lo de arriba te hace tilín, puede que también te interese esto 👇
🐦 Voy a participar en el reto de mayo de los CocoGames de Sinoficina, que consiste en publicar un post diario en, en mi caso, Twitter. Suelo estar medianamente activa de manera natural así que, por poner algo de carne en el asador, mi idea es durante 28 días publicar con más intención cositas sobre sobre Diseño de Sistemas, Gestión del Conocimiento, Creator Economy, Productividad Consciente y Sostenible y todo lo que caiga entre medias; Notion, toma de notas, behind the scenes de mis sistemas, cómo uso las diferentes Tools for Thought.. No tengo realmente nada preparado pero la idea es que el contenido gire en torno a eso, así que si te interesa o tienes dudas y/o quieres saber algo sobre esto, pregúntame lo que quieras, vente y de paso hazme de accountability partner 😉
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